Negar el dolor es postergar la posibilidad de encontrarnos con la sabiduría que existe detrás de esa experiencia que se nos presenta.
Permitirnos hacer espacio para recibir el dolor puede ser un proceso intenso, que requiere de valentía, como así también de una intención clara que cuando logramos sostener, es posible dirigirnos hacia una transformación profunda.
¿Elegís construir una arma-dura para protegerte frente al dolor o habitar la blandura que permite abrazar la experiencia?