Luego de semanas de pagar rescates en vano, Miriam había llegado a la más oscura, pero a la vez aliviadora conclusión: su hija Karen ya no volvería.
Pero en el instante en que comprendió y aceptó ese hecho, su cara se transformó para siempre. La tristeza dio paso al rencor y la vana esperanza se transformó en deseo de venganza.
Miriam juró que atraparía a todos aquellos que habían sido partícipes en el crimen de su hija. Y no mintió.
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