Una empleada federal, en el año de 1949, se valió de sus influencias para perpetrar un crimen atroz contra un empresario que había ganado una concesión maderera por un monto multimillonario.
Para lograr su objetivo, contrató a dos pistoleros, quienes se decían amigos de la víctima. Primero, intentaron atropellarlo, pero fallaron. Luego, con base en engaños lograron subirlo a un vehículo y fue la última vez que se le vio con vida.
Detrás de toda la intriga, había una red de corrupción que impidió que el caso se aclarara, pese a que se logró capturar a los sicarios y éstos confesaron. Por su parte, quien fue la mente maestra, misteriosamente desapareció…
Puedes conocer más de este y otros casos en los Archivos secretos de La Prensa.
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