Chicago era la capital de la corrupción, el Charleston y la Ley Seca, donde corrió sin medida el alcohol, la sangre y el juego aquella mañana del 14 de febrero de 1929.
Los matones del mafioso más célebre de todos los tiempos entraron y salieron casi como si el manto de la noche los hubiera encubierto; no dejaron rastro ni pista alguna sobre su paradero y al final se hundieron en el silencio del hampa de donde surgieron desde el comienzo.
La masacre de San Valentín marcó un hito en la historia del crimen organizado, pues fue cuando Al Capone pudo deshacerse de su competencia y dejar un mensaje claro: él era el jefe y la ciudad le pertenecía.
Puedes conocer más de este y otros casos en los Archivos secretos de La Prensa.
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