Arturo Herrera era un conocido criminal en la década de 1950. Se dedicaba a contrabandear madera, robar automóviles, era estafador y pistolero, temido por algunos y respetado por otros.

En 1953 supo que su esposa mantenía romance con un torero, o eso supuso, según declaró luego de asesinarla con la manivela de un automóvil. Aquella noche fatídica, se presentó en el lugar donde trabajaba ella, el Café Campoamor, so pretexto de no armar un escándalo, le pidió que lo acompañara.

Meses después se supo que había estado en otro estado y al pensar que todo se había olvidado, regresó al DF, sólo para ser capturado y llevado a prisión. Se creía un hombre influyente, así que pensó que saldría de prisión pronto.

No obstante, todos aquellos a quienes consideró sus amigos o a quienes creyó que podría chantajear le dieron la espalda y no le quedó otra opción que aceptar que su frío destino estaba en una celda inmunda.

Puedes conocer más de este y otros casos en los Archivos secretos de La Prensa.

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