En las primeras horas del 16 de diciembre del 2015, en un hospital de Coacalco en el estado de México ingresaba Karla Karina Zavala, una mujer de 23 años y madre de dos hijos un niño de dos años y una bebé de 8 meses. No tenía signos vitales. Todo indicaba que se había suicidado, pero las investigaciones que comenzaron ese mismo día apuntaban a que algo mucho más perturbador se escondía detrás de su muerte.