El evangelio la parábola de los talentos.

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19-11-2023 • 2 minutos

“¿POR QUÉ NO PUSISTE MI DINERO EN EL BANCO PARA QUE A MI REGRESO LO RECIBIERA YO CON INTERESES?

Acrecentar los dones recibidos

(Cf. Mt 25,14-30. XXXIII Domingo Ordinario, A)

19 noviembre 2023 Pbro. Raymundo Muñoz Paredes Basílica de Ntra. Sra. de la Caridad Huamantla, Tlax.

Muy amadísimos hermanos en el Señor Jesús:

La Palabra de Dios en este domingo nos presenta como tema de reflexión la

parábola de los talentos.

La razón es que estamos a una semana de concluir el año litúrgico y es importante revisar cómo estamos administrando la vida y los bienes que Dios nos ha confiado, pues llegará un día en que Él nos pedirá cuentas de todo ello, tal como se hace con los servidores.

Por tanto, ¿qué espera Dios de nosotros? ¿qué debemos hacer y qué debemos evitar para entregarle buenas cuentas? Veamos.

1. Dios confía sus bienes a sus servidores

Nuestro Señor Jesucristo plantea la reflexión de este día comparando el Reino de los cielos con un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus servidores y le encargó sus bienes.

Ahora bien, el Evangelio refiere que no todos recibieron lo mismo. “A uno le dio cinco millones; a otro, dos, y a un tercero, uno” (Mt 25,15). La razón es que Dios reparte sus dones a cada uno de sus siervos, según su capacidad. En el contexto es claro que esta capacidad también en un don de Dios.

Y bajo el principio de que “hay que respetar la voluntad del donante”, ellos están llamados a hacer uso de estos bienes, de acuerdo a la voluntad del amo, no según su propia voluntad.

2. Los siervos buenos confían en Dios

Los dos primeros siervos, tan pronto recibieron sus millones, se pusieron a trabajar y ganaron el doble. Pues, en tiempos de Jesús, uno de los deberes de

los esclavos, era hacer negocios con el dinero de su amo para acrecentarlo, pero, tanto el dinero como la ganancia, pertenecían al amo.

Cabe resaltar que la ganancia obtenida por estos siervos, fue muy alta (el doble de lo recibido), y que en la antigüedad, a lo más, solo podía ser alcanzada por el comercio de mercancías o por la venta de tierras. En fin, aquí lo importante es que la ganancia elevada refleja tanto la eficacia de los siervos como la exigencia del dueño.

Pero, ¿por qué el amo llama a estos siervos “buenos y fieles”? Porque ellos hicieron con los bienes confiados la voluntad de su amo.

En efecto, estos siervos pudieron haber gastado el dinero en beneficio propio o haber desaparecido, sin embargo, por el amor a su amo y la conciencia de que les pediría cuentas, ellos se dedicaron a acrecentar sus bienes de forma extraordinaria.

Su premio no se deja esperar y el amo le dice a cada uno de ellos: “Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu Señor” (Mt 25,23).

3. El siervo malo no confía en Dios

Curiosamente, el siervo que recibió un millón desconfía de su amo, lo considera un hombre duro, que cosecha lo que no ha sembrado y que hace trabajar a los demás para su propio beneficio. En una acción extraña para nosotros, pero recomendada en las fuentes rabínicas, él cavó un hoyo y enterró el talento recibido, sin ninguna mala intención. A pesar de esto, el Evangelio dirá que cuando rindió cuentas fue condenado (cfr. Mt 25,26).

¿Dónde estuvo el problema? Notemos que este siervo no fue reprobado porque hubiera hecho algo malo, sino porque no cumplió con las expectativas del amo. Este siervo era perezoso y se justifica en la exigencia del amo. En la práctica, esto le llevó a rechazar tanto el servicio como la voluntad del amo, que consistía en haber acrecentado esos bienes: “¡Siervo malo y das luces, el cen nos resuelve todos los