06-09-2023
Ebrard vs Sheinbaum: el canibalismo perredista de Morena
Morena tiene un ADN perredista, con una carga genética hereditaria tan marcada, que lleva a sus militantes a dividirse en tribus enfrentadas unas contra otras, disputas internas que culminan de forma inevitable con su autodestrucción. Casi de inmediato que Marcelo Ebrard estaba rompiendo de facto con la dirigencia de dicho partido, al llamar cobardes a Mario Delgado y a Alfonso Durazo, los gobernadores de la mal llamada “cuarta transformación”, despertaron de su letargo y reaccionaron con un “machote” de desplegado, que publicaron en las redes sociales, para respaldar el proceso interno, que el mismo ex canciller había descalificado minutos antes.
Los 22 mandatarios estatales de la “4T” practicaron la fagocitosis: se convirtieron en glóbulos guindas que rápidamente rodearon, engulleron e intentaron destruir la sustancia extraña que significó el atrevimiento de Ebrard de contradecir a su supremo líder López Obrador, quien horas antes había afirmado que todo estaba bien. Y aunque la herida llegara a cerrar, la acumulación de tejido y bacterias muertas de esas células perredistas, se convertirán, inevitablemente, en una pestilente pus que dejará dolorosas cicatrices. Los de Morena son pues, caníbales disputándose los huesos de sus propios hermanos devorados. Si fueran una obra de arte serían un cuadro de Goya, una nueva versión de ‘Saturno devorando a su hijos’.
Aunque el también ex jefe de Gobierno del Distrito Federal intentó enfatizar que no estaba acusando un fraude, pero sí una serie de irregularidades que hacían “insostenible” la elección del candidato de Morena, durante el improvisado anuncio, sus simpatizantes corearon el tristemente célebre grito de guerra de la izquierda mexicana: “¡voto por voto!, ¡casilla por casilla!” -que también fue usado tras la elección que perdieron frente a Felipe Calderón-, para dar a entender que el resultado se había manipulado a favor de Claudia Sheinbaum.
Los genes perredistas son tan fuertes y predominantes entre los militantes de Morena, que orilló a Ebrard a tener que recordar cuando finales de 2011 tuvo que declinar en favor de AMLO, ello a pesar de que el tabasqueño lo aventajaba sólo por 32 cuestionarios o el 1.6 por ciento de las preferencias electorales de un par de encuestas privadas, que el PRD había mandado a levantar para definir al candidato presidencial en 2012. En ese momento, los ‘Chuchos’ -como se le denominó a la dupla Jesús Zambrano y Jesús Ortega-, estuvieron inconformes con el resultado, e incluso pidieron al ex jefe de Gobierno del DF rompiera relaciones con López Obrador, quien un par de años después fundó el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA).
No obstante de haber representado la segunda fuerza a nivel nacional, una serie de eventos, como el de la macabra desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y el haberse puesto la soga en el cuello con la firma del “Pacto por México” con Peña Nieto -para, entre otras cosas, privatizar la industria energética, lo que derivó en serios actos de corrupción-, el perredismo se vino a pique, convirtiéndose en desecho, en cascajo.
Hoy el PRD está tan desacreditado, que tuvo una pérdida de 243 mil militantes -de 2020 a 2023-, según datos corroborados por el INE, con ningún gobernador entre sus filas y con sólo 3 senadores y 15 diputados federales representándolo. Casi una década después, su hijo de sangre, su heredero genético, Morena, repite la historia y comienza la ruta hacia su eventual autodestrucción.