Tener éxito en cualquier dimensión requiere trabajo; nunca ocurre por sí solo.
Muchas veces perseguimos el éxito por los motivos equivocados: para complacer a otras personas, como nuestros padres, nuestras parejas, o incluso para demostrar algo a quienes nos lastimaron en el pasado. Sin embargo, cuando alcanzas aquello que te dijeron que era "éxito", puedes sentir un vacío, una sensación de que algo sigue faltando.
Eso es exactamente lo que me sucedió a mí. Después de años trabajando por el "éxito" que otros definieron para mí, me di cuenta de que no me llenaba.
Hoy creo que la verdadera motivación no viene de lo que otros esperan de nosotros, sino de lo que encontramos muy dentro de nosotros mismos. A veces, esa motivación surge de lugares oscuros: no necesariamente de dónde quieres llegar, sino de los lugares a los que sabes que nunca quieres regresar.