Brenda está aterrada dentro de la habitación donde la mantienen secuestrada, no sabe para qué le han sacado sangre y teme que lo vuelvan a hacer. Mientras, Doña Lupe continúa con su lucrativo negocio de cruces ilegales escondida casi a la vista de los Cazagringos, sin imaginar que el agente Esteban y sus compañeros le están pisando los talones gracias a un as bajo la manga: la geolocalización. ¿Será el fin de está temida pollera que ha burlado a la justicia desde hace más de 3 décadas?
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