Partamos de una base, de un principio, de un nexo que nos haga ir de la mano para comprender, primero el enunciado (que a continuación os dire) y segundo la lectura (audición) de lo que a continuación voy a exponer.
Este punto de encuentro que deberíamos de acatar todos los que quieran seguir (escuchando) leyendo lo resumo en:
1. Todos los seres humanos de este planeta, indistintamente de su origen, sexo, raza o condición, somo iguales entre si además de nacer libres e iguales en derechos y dignidad. Esto no lo digo yo, lo dice La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Documento histórico que fue proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París el 10 de diciembre de 1948.
2. Al nacer todos, absolutamente todos, de la misma forma, del vientre de una madre y trascender todos absolutamente todos de la misma forma (cada uno en su momento y circunstancia) se nos iguala en un hipotético inicio y final de nuestro periplo por esta vida, indistintamente de lo ocurrido en el transcurso de esta.
Dicho esto, aconsejo a aquel que no esté TOTALMENTE de acuerdo con estas dos premisas, abandone la (escucha) lectura pues, aunque esto no es un medicamento, puede alterar gravemente la salud del hipotético (oyente) que esté en desacuerdo con estas dos simples y llanas proposiciones.
Una aclaración, para nada, pero ni en sueños, aunque cuando termine esto se me pueda acusar, no soy antisemita. Todos tenemos un Tikun que cumplir y eso sí que es sagrado, aunque no lo comprendamos. Es por lo que no debemos de juzgarlo.
Que, ¿que estoy haciendo yo si no es juzgar? Si demostrar con hechos irrefutables la sangrante sinrazón que el pueblo judío está haciendo con el pueblo Palestino, estoy juzgando. Bien pues como todos también tengo mi Tikun