Liz Truss tomó las riendas del Reino Unido con la idea de resucitar el espíritu de Margaret Thatcher, de proporcionar una sacudida neoliberal al país y alejarse de la ortodoxia financiera para dar un golpe sobre la mesa para estimular la economía británica pos-Brexit, estancada respecto al resto de países industrializados tras la pandemia.
Sí, 45 días después, tras errores de cálculo y torpeza política sirvieron para fundir a quien aspiraba a convertirse en una nueva "dama de hierro".
Con su dimisión, culminó uno de los períodos más excepcionales y convulsos de la historia reciente británica, que pasará a la historia por varios aspectos, como que fue el mandato más breve de un primer ministro en Downing Street o que ese mismo gobierno fue quien despidió a la Reina Isabel II.
El 20 de octubre, Truss presentó su dimisión por mucho que mostraba una imagen y un discurso estoico insistiendo que no renunciaría, pero la presión de su partido y la oposición fue más fuerte que su orgullo y tuvo que apartarse del camino.
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