Hola, mi nombre es Beatrice y soy de un pueblo poco conocido en Michigan. Desde que éramos pequeñas, mi hermana Angela y yo competíamos en todo. Calificaciones, chicos, la atención de mamá, todo. Yo siempre ganaba, Angela ni siquiera estuvo cerca de ganarme, pero un día lo logró.
Lápices y papeles rasgados volaron por el aire y se esparcieron por todas partes. Tenía unas tijeras en una mano y un soplete en la otra. Angela se acurrucó en un rincón de la habitación, aterrorizada e indefensa.
"¿Llamas a esto arte?"
Pateé uno de sus cuadernos de dibujo como si fuera un balón de fútbol.
"¡Voy a quemarlo todo hoy!"
“¡Beatrice, NO HAGAS ESO!”
"¿¿O QUE??"
"¡Mamá me los compró!"
“¡Eso no significa que te los merezcas!"
El soplete se me resbaló de las manos y cayó al suelo. Angela y yo luchamos por el, pero ella no igualaba mi fuerza. Los celos y la rabia me invadian por completo.
Sostuve el soplete listo para encenderlo y agarré su viejo y desbaratado cuaderno de dibujo. Dio un paso adelante y antes de que pudiera dar otro, prendí fuego a su cuaderno y le apunté con el soplete.
"¡No te acerques más, Ángela!"
Ella retrocedió horrorizada. Realmente nunca quise asustarla, pero estaba demasiado enfadada como para preocuparme por eso o dejar que salvara el libro.
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