Decía Krishnamurti: “Ustedes y yo podemos ver qué es lo que engendra las guerras, y si nos interesa atajarlas, podemos empezar a transformarnos a nosotros mismos, que somos los causantes de la guerra”.
Una nueva guerra, un nuevo conflicto. En este caso israelíes contra palestinos. A menudo, la tendencia es tomar partido rápidamente, etiquetando a unos como los buenos y a otros como los malos. Sin embargo, es crucial profundizar en la comprensión de las raíces de estos conflictos.
Ya hemos abordado el tema de las guerras en este canal, especialmente durante el inicio de la guerra de Ucrania, donde discutimos el concepto de los egrégores. Pero el fenómeno bélico es, en realidad, mucho más complejo. Aunque podríamos simplificarlo y verlo como una mera guerra económica, impulsada por un poderoso lobby armamentístico que busca vender su mercancía, esta perspectiva omite factores cruciales. Las armas, en este contexto, no son la causa, sino la consecuencia.
La guerra en Israel, así como los conflictos en Ucrania, Yemen, Taiwán, Etiopía, Sudán, y muchos otros, son todos consecuencia de una serie de causas y condiciones previas. Estas incluyen factores políticos, económicos, sociales y culturales, pero también, y quizás lo más importante, factores espirituales y metafísicos.