Se cuenta que allá por el año 1900, cuando se festejaban los novenarios en la nueva capilla del Santuario de El Tuitán, Jalpa, el sacerdote que se encargaría de oficiar la misa.
Aceleró el paso para llegar a tiempo a la capilla en la cima del cerro pero tropezó y tiró las hostias. Después de su muerte, ese error le costaría la entrada al cielo.
La gente de Jalpa ve por la noche una lucecita por todo el cerro. Todos saben que es el sacerdote buscando las hostias sagradas.
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