Nunca se supo quién era precisamente Doña María Catarina. Lo que sí era suficientemente sabido por todos los realeños, era que la señora vivió con el lujo y las comodidades cortesanas, y que ostensiblemente una como la dueña y señora de la "Casa Grande", en la Asunción de Pachuca.
La dama no vivía sola. Tuvo un hijo, chiquillo de hermoso semblante, pero jorobado, a quien trató con exagerados cuidados y cariños, hasta que el chico alcanzó la edad púber. Entonces todo cambió. La casa nunca tuvo tantos servidores, aunque sí los suficientes. Comenzaron a resentir mayordomos y criados, tratos diferentes, agresivos, por parte de la señora, quien a la verdad jamás fue dulce, sino altiva, sin llegar a altanera y ahora era altanera sin ser altiva.
Aún más, se advirtió desaliño en su antes cuidada persona y los cambios se siguieron en reiterados progresos, hasta convertirse doña María Catarina, en una vieja con aspecto de bruja y su hijo en un pobre jorobado, enclenque y adocenado.
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