Cada vez que hay una competición deportiva, o simplemente observando antiguas representaciones de ganadores, siempre hay algo en común: una corona de laurel en la cabeza del vencedor. La mitología griega tiene una explicación para éste hecho. Curiosamente, tiene su origen en una desdichada historia de amor.
Un día Eros, el pequeño dios del amor, se sentó junto a un río, jugando con sus flechas. Las flechas eran muy pequeñas. Algunas tenían puntas doradas, y otras, puntas de plomo. Ninguna de esas flechas parecía que pudiera hacer mucho daño.
Eros, que era muy travieso, tomó una de sus flechas de punta dorada de su carcaj e hirió a Apolo con ella. Esta flecha tuvo el poder de hacer que Apolo se enamorase de lo primero que viera. Esta fue Dafne, quien llegó corriendo, con su pelo dorado flotando tras de sí.
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