“No somos más que química”. Este es el enunciado dogmático que trata de colarnos el cientificismo materialista, reduciendo al hombre a una máquina, una estructura biológica sin más profundidad que la de sus componentes atómicos y moleculares. Desde esta perspectiva, nuestros pensamientos, emociones, y sueños no serían más que el resultado de reacciones químicas y procesos físicos, despojando a la experiencia humana de cualquier significado trascendental o espiritual.
Este enfoque materialista ignora la riqueza de la experiencia humana y la complejidad de nuestra existencia. La creatividad, el amor, la belleza, la ética, y la búsqueda de significado van más allá de lo que puede explicarse simplemente en términos de interacciones químicas y físicas. Aceptar esta visión como la única realidad es pasar por alto la dimensión más profunda de lo que significa ser humano.