Hor-pa-khered significa “Horus niño” y era una deidad que simbolizaba el renacimiento y la promesa de un nuevo día, la cual fue resignificada en Grecia con el nombre de Harpócrates, el dios del silencio.
En algunas representaciones clásicas, la figura de Harpócrates se fusionaba con la de Hermes, dando lugar a Herm-Harpócrates, que tenía el dedo colocado sobre los labios, pero también estaba sentado sobre una flor de loto, sosteniendo un caduceo y con un fruto de durazno o melocotón sobre su cabeza.